La inteligencia artificial (IA) sigue revolucionando el mundo, y
muchos expertos opinan sobre su impacto en la humanidad. Sin embargo,
pocos se atreven a hacer predicciones tan audaces como Ray Kurzweil,
exingeniero de Google y futurista reconocido por sus acertadas
previsiones tecnológicas. Según Kurzweil,
la inmortalidad podría alcanzarse para el año 2030 gracias a los
avances en IA y la nanotecnología. Pero ¿Qué tan realista
es esta afirmación? Y más aún, si la inmortalidad se lograra, ¡qué
implicaciones tendría para la humanidad?
El sueño (y pesadilla) de la inmortalidad tecnológica
Desde tiempos inmemoriales, la humanidad ha soñado con vencer a la muerte.
Mitos y leyendas sobre la fuente de la juventud o el elixir de la vida
reflejan este deseo universal. A lo largo de los siglos, la medicina ha
prolongado la esperanza de vida, pero la muerte sigue siendo inevitable.
No obstante, Kurzweil asegura que esto está por cambiar.
Según sus predicciones, la combinación de inteligencia artificial,
nanotecnología y biotecnología permitirá que nanobots reparen células
dañadas, eliminen enfermedades e incluso detengan el envejecimiento. De
hecho, en 2016, Kurzweil ya vaticinaba que para 2029 la inteligencia
artificial alcanzaría la "singularidad", el momento en que las máquinas
superen la inteligencia humana.
No es el único en sostener teorías similares. Científicos como Aubrey de
Grey, gerontólogo biomédico, han afirmado que el envejecimiento es una
"enfermedad" que podría curarse. Empresas como Altos Labs y Calico
(propiedad de Google) también invierten millones en investigación para
frenar el envejecimiento celular. Pero la pregunta sigue en el aire: si la
inmortalidad fuera posible, sería realmente deseable?
Un mundo inmortal, ¿una catástrofe demográfica?
Uno de los mayores problemas que traía consigo la inmortalidad sería el
crecimiento demográfico. Actualmente, la población mundial supera los
8.000 millones de personas y se espera que siga aumentando. Si nadie
muriera pero los nacimientos continuaran, el planeta pronto sería
inviable.
Algunos proponen la exploración espacial como solución.
Elon Musk ha expresado su deseo de colonizar Marte, pero ¿realmente
tendríamos la tecnología para hacer viable la vida en otros planetas en
tan solo unos años? Hasta ahora, las misiones espaciales siguen
enfrentando enormes desafíos.
Si la solución fuera limitar los nacimientos, surgen dilemas éticos:
¿Quién decidiría quién puede nacer y quién no? ¿Se convertiría la
procreación en un privilegio? Estas cuestiones plantean un escenario
distópico digno de una novela de ciencia ficción.
¿Solo los ricos podrán ser inmortales?
Otro problema es el acceso a la inmortalidad. Los tratamientos avanzados,
como la edición genética CRISPR o las terapias regenerativas, hoy en día
son costosos y exclusivos.
Si la inmortalidad se convirtiera en una posibilidad real, ¿estaría solo
al alcance de los multimillonarios? Personajes como Jeff Bezos o Peter
Thiel ya invierten grandes sumas en la investigación de la longevidad. En
un mundo donde la brecha económica sigue aumentando, la posibilidad de que
solo unos pocos tengan acceso a la "vida eterna" podría generar una
división social sin precedentes.
Trabajando por toda la eternidad: el lado oscuro de la inmortalidad
Otro aspecto que no se puede ignorar es la implicación laboral.
¿Significaría esto trabajar para siempre? Para quienes disfrutan su
profesión, quizá no sea un problema, pero para la mayoría, la perspectiva
de una vida sin jubilación podría resultar aterradora.
Algunos argumentan que la automatización y los robots podrían asumir
muchas tareas, permitiendo a los humanos dedicarse a actividades creativas
o de ocio. Pero también es posible que los gobiernos y empresas impongan
nuevos sistemas para mantener a la población ocupada.
La escritora Ursula K. Le Guin planteó en sus obras una pregunta
clave:
"¿Qué sucede cuando la gente deja de tener miedo a la muerte?" Tal vez una
vida sin límite temporal podría llevar al hastío, la desesperación o una
falta de propósito.
¿Inmortalidad a cualquier precio?
La idea de vivir para siempre suena tentadora, pero también plantea un
sinfín de preguntas filosóficas, éticas y prácticas. Hasta ahora, la
humanidad ha aprendido a darle sentido a la vida precisamente porque tiene
un final.
Antonio Escohotado, filósofo español, lo dijo de manera clara cuando le
preguntaron sobre la posibilidad de vivir eternamente: "Yo preferiría
morirme de una sola vez". Quizá, después de todo, la muerte siga siendo
parte fundamental de lo que significa estar vivo.
La predicción de Ray Kurzweil sobre la inmortalidad en 2030 es, sin duda,
intrigante, pero plantea grandes interrogantes sobre el futuro de la
humanidad. Si bien la ciencia y la tecnología avanzan a un ritmo
sorprendente, la inmortalidad conlleva consecuencias que podrían
transformar radicalmente la sociedad, la economía y la propia esencia de
la vida.
El debate está abierto:
¿es la inmortalidad un sueño deseable o una pesadilla en potencia?